El bosque.

Esa gran luna me embrujaba, me hipnotizabacual canto de sirena en alta mar. Me hechizaba con su dulce melodía, que hacía de mí un preso más. El paisaje, nocturno, iba cambiando. Lo que en principio era un frondoso bosque verde, lleno de encantos y luz, se fue transformando en algo frío, sin más vida que la propia muerte. Lo único que se escuchaba a mi alrededor, era mi respiración frenética, a causa del repiqueteo constante de mi corazón acobardado, por la absoluta oscuridad en la que me encontraba. Esas sombras me incitaban a la locura, me incitaban a cumplir mis más sórdidos deseos, y me empujaban de manera fascinante hasta el completo desequilibrio de mi mente. Esas sombras me abrazaban con tal fuerza, que me ahogaban, me aprisionaban y creía que no tendría manera de escapar. Entonces, a lo lejos, divise lo que parecía ser un lago, en el cual, esa gran luna se mostraba de otra manera. De una manera amenazante, discriminatoria, hiriente. (continuará)