El lago, se encontraba en un claro, y con esa luna convertida en pura sangre, sus fulgurantes rayos, se filtraban por todos los arbustos y árboles del lugar, dandóle un aspecto más que amenazante al lugar. Pero por muy extraño que parezca, sentí que en ese lugar no había peligro de que las sombras me arrastrarán hasta la más absoluta y cruel oscuridad, marcada por la pena, el llanto, la ira, la venganza y la rabia, sin olvidar el odio el principal antagonico del amor - el cual mueve el motor, llamado mundo-. Al acercarme al lago, pude oler la putrefacción, acompañada por una suave brisa, en la cual se notaba el olor a sangre y carne quemada por el paso del tiempo.
No sé porque decidí moverme hacia allí, mi mente estaba embriagada por esos aromas, que por mucho que a mi estómago no le gustaran, mi mente aceptaba con sumo grado de entusiasmo. Las naúseas se apoderaban de todo mi ser, intentaban detenerme contra aquel terror y espanto, al que pronto me expondría. Pero con el paso firme, tapándome la nariz con un pañuelo, seguí hacia allí. Poco a poco me fui acercando, y al llegar a la orilla, observé mi reflejo en el agua. Estaba cansado, demacrado por todo el camino que había recorrido, y de pronto, una sombra a mi alrededor captó mi atención. Era la silueta de una mujer, tan hermosa que podía hacer que escupieras el corazón, para que ella lo pisase y tú, con mucho gusto lo harías.
Pelo rojo como el mismo fuego del infierno, salpicado por mechones sueltos, de las más variadas tonalidades de dorado, lo llevaba suelto y le caía hasta los hombros. Su cara, simétrica, era impecable. No tenía ninguna imperfección evidente... Ojos grandes, con iris indefinido, cubiertas por unas pestañas doradas muy largas. Su nariz, era recta, tan perfecta que hacía de ella un ente sobrenatural. Sus labios, oh sus labios, tan carnosos y exuberantes que venderías tu alma solo para poder rozarlos y poder sentir como el fuego de la pasión te va comiendo por dentro. Esos labios, eran pura dinamita, eran de un rojo tan apasionado que te perderías en ellos. Sus orejas, estaban escondidas debajo de su pelo, pero aún así se distinguía que eran igual de perfectas que todo su ser. Su cuerpo era esbelto, y sus senos... eran perfectos para la mano de un hombre... Su piel era pálida, y con ello, podías imaginar lo rosada que quedaría después de una sesión de sexo salvaje y desenfadado....
La muchacha, iba vestida con los ropajes de la antigua Grecia, de colores blancos, con las cintas en plateado y los bordes acabados con un fino hilo de oro. En sus manos portaba un arpa, con el cual tocaba con una música deliciosamente celestial. De repente se dio cuenta de mi presencia, paró de tocar y me invitó, a sentarme a su lado. Y yo embrujado, me acerqué poco a poco a ella y.... (continuará)
2 comentarios:
Y...y...y..? Cómo que y...? No puedes dejarlo así =O
Sigue!
xDDD Bosque 3 a la de ya!!!
(L)
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